Hace unos minutos aprendí que los impulsos que nos llevan a ser hijos de puta sin motivo alguno, a veces es preferible no seguirlos, o me corrigo, nunca es preferible seguirlos. Todo tiene su contra, y a veces la verguenza o humillación ante actitudes desubicadas aplican a este caso.
¿Estoy tan distinto que ya no me reconozco? Yo no era la persona que hoy fue una basura, yo no era el que pensaba sólo en eso; yo era alguien un poco mejor, quizá una persona mucho más considerada con los demás.
Tal véz actué con sentido de venganza, pero el tiro salió por la culata, y me humillé yo solo, y lo peor de todo, cambie la imagen que esa persona tenía de mi, que creo que era mínimamente decente. Pero eso ya se perdio. Tal vez mañana, o mejor aún, no tal vez ni mañana, sino HOY, pida perdón. Escriba algo para ella para demostrar que me equivoqué, aunque me cueste el orgullo. Pero al verguenza y la culpa son demasiados grandes como para negarlas.
Y creo que llamar a las cosas por su nombre está bien, porque todo comienza por ser sinceros con nosotros mismos. De ahí en más, es probable que todo mejore, y si no mejora, por lo menos se dio el primer paso para reivindicarnos y sentir que no fuimos tan basuras.
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